Es sólo uno más de los muchos motivos para la indignación, pero es uno que duele especialmente. Es a propósito del agujero de más de 3.500 millones de euros que dejan un buen puñado de autopistas realizadas con alegría cuando 'España iba bien", agujero de unos peajes abusivos e injustos que hemos soportado durante años, estrangulando nuestra capacidad de desarrollo, y que ahora por decisión gubernamental volveremos a tapar… también de nuestros a bolsillos, rascando un pellizco más a cada uno. Como si nos quedara algo después de 'pagarnos' el rescate bancario.
Ya sé que suena tan fuerte que no parece real, pero es así de fafkiano. En 2001, a un tal Francisco Álvarez se le calentaron los Cascos bajo órdenes de aquel del "España va bien", y después de armarla liberalizando el suelo para especular hasta la burbuja inmobiliaria mortal, también quiso que su mandato fuese reconocido como el de mayor obra publica y más infraestructuras de alta capacidad.
Hablaré del ejemplo que más conozco: la AP-71 entre León y Astorga. 38 kilómetros. Concesión a Aulesa. Hoy Abertis. Eje central que articula la provincia de León, que enlaza León con Ponferrada (El Bierzo), que es camino insalvable hacia todo el noroeste de la península y desde éste a Europa. Era el negocio perfecto. Incluso estando entre las 10 autopistas más caras de España de precio por kilómetro, todo el mundo pasaría por caja. La alternativa de la N-120 se dejó languidecer, quedó penosa.
Pero no menos vergonzoso el estado de la propia autopista León-Astorga cuando Álvarez Cascos la inauguró a escasos días de las elecciones generales. Yo estuve en el corte de la cinta aquel 23 de diciembre de 2002 y os aseguro que aquel asfalto aún caliente sobre el que cayó el lógico frío leonés quedó como un campo de minas con todas ellas estalladas.
Aparte de este 'castigo' de carretera, de una dovela del AVE entre León y Asturias y de ampliar y condenar un posible rescate del peaje de la autopista del Huerna AP-66 (León-Campomanes), creo recordar que Aznar, Cascos y compañía poco más hicieron por las infraestructuras de la provincia leonesa. Por favor, si alguien me puede contradecir o matizar, no dude en hacerlo.
El caso es que pagar de arranque 3,5 euros por 38 kilómetros de tortura fue considerado una locura por casi todos los usuarios. Hubo que inyectar muchos más de los 115 millones de euros iniciales para ir parcheando todo el trazado, todo ello dinero que ya ponemos todos los ciudadanos. Y durante los últimos años, el Gobierno de Zapatero tampoco ha dejado de compensar a las concesionarias por lo que dejan de ganar. De nuevo, nuestros bolsillos para saldar prebendas "por encima de nuestras posibilidades".
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| España iba tan bien... |
Y cuando este cúmulo de despropósitos hace que la AP-71 sea hoy casi tan transitado como las dunas de Dakar (el precio supera ya con creces los 4 euros), resulta que hoy los ciudadanos hemos de tener que aflojar vía impuestos el rescate de un pufo más, que a buen seguro pondremos más de 4.000 millones.
No me resisto a recordar los 6.500 millones que se ha dejado de invertir en Educación, dejando concretamente a la pública al borden del colapso. No dejo de pensar en el daño mortal que sufre la Sanidad pública, en un sistema que ya nos hace pagar dos veces por un medicamento o por un servicio, o que retira la gratuidad de la detección de cáncer de mama, por ejemplo. Recortes que cuestan vidas. Como los de la Dependencia, con miles de personas que no se valen de nuevo abandonadas a su suerte, así como los sufridos familiares que se encargan de ellos. Y suma. Y sigue. Y paga bancos y cajas. Y paga autopistas.
Pienso en aquella familia con dos hijos que ya no se pudo pagar los libros de los chavales, que espera ahorrar para algunos tratamientos y que pronto recibirá la visita de la policía y un agente judicial para que, aunque lo tengan que seguir pagando, abandonen su piso embargado. Con él se quedará el mismo banco que estos desgraciados desahuciados han ayudado a reflotar, directamente y también indirectamente, porque ese banco también entró en el accionariado de una concesionaria de autopista.
En todo este razonamiento observo al menos una docena de perversas ecuaciones que, carentes de lógica, no deberían sostenerse. Y todos los días me pregunto cómo aguanta un sistema así. Es un doloroso misterio.


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