jueves, 13 de diciembre de 2012

La Crónica de nosotros

La Crónica de León ante tres días de huelga. Yo conozco el percal pero a cualquier lector avispado tampoco le costará observar que pocas veces se ha planteado en el panorama periodístico una medida así de tajante y prolongada. 

Lo habitual es que los medios de comunicación, aquellos que llenan sus páginas un día sí y otro también de empresas con serios problemas y protestas de sus trabajadores, opten por el discreto silencio cuando el bache es en su redacción. Los sufren en quietud. En silencio 6.500 profesionales desde que arrancó esta Gran Depresión, hablo sólo de este país: más de 8.000 periodistas parados en la fila de esa bestia de millones de cabezas que crece y crece, y nos devora.

Tres días de huelga en La Crónica de León. Triste, demoledor panorama en mi empresa, porque siempre será mi empresa, donde me hice un profesional y a la que se lo debo todo.
No deseo ser yo el que se ponga en lo peor pero su posible desaparición es un auténtico drama en cada caso personal de gente suprema que forma parte de mí como forma parte de León, ciudad y provincia; en el abismo editorial que provoca; en el ataque a la perspectiva; y en último término a la pluralidad democrática, a la Democracia misma. 

Quien me conozca sabe muy bien que no soy yo sospechoso de ensalzar de manera gratuita el quehacer de un periodista y que defiendo, como siempre, que su labor es vital: tan vital como la de un obrero o una enfermera. Pero hay que reconocer que el periodismo, a veces para bien y otras para mal también, ya es una pata imprescindible de un sistema democrático. Creo que es incuestionable que los medios pueden tumbar a jueces, a políticos, incluso a empresarios. Un poder no siempre bien usado, insisto, pero un poder mayúsculo que también es imprescindible contra las cada vez mayores desviaciones de nuestro sistema enfermo. 

Por eso, que cierre una pequeña delegación de El Mundo en León, un diario digital, un deportivo gratuito o la más humilde de las emisoras municipales es una tragedia en su dimensión.

Necesito que sepáis que estoy a vuestro lado, como uno más. Como si no hubiera pasado el tiempo ni cambiado las circunstancias. No os consoléis sabiendo que el éxito hoy brilla por su ausencia en casi todos los casos: es consuelo de tontos. Seguramente sirva de muy poco, pero estoy y estamos junto a vosotros porque también defendemos la curativa virtud de la información. Y ¡qué coño!, porque también sois nosotros.